Sonia Villalobos Díaz: 50 años junto a Knop Laboratorios

Corría el verano de 1966 y se llevaba a cabo séptima versión del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, el mundo seguía atento  la Guerra de Vietnam, el Presidente de Chile era Eduardo Frei Montalva  y dos islas del Archipiélago de Juan Fernández pasaban a llamarse Robinson Crusoe y Alejandro Selkirk, entre otras efemérides. En ese contexto, el 21 de febrero de ese año, Sonia Villalobos Díaz pasaba a formar parte de Knop

Laboratorios, iniciando así, un camino de casi 50 años, tiempo en el cual esta abnegada y comprometida trabajadora ha aportado al crecimiento y desarrollo de la empresa.

De madre empeñosa, que educó a diez hijos, y padre muy trabajador, que fabricaba y vendía confites, Sonia logró, siguiendo ese ejemplo, forjarse un destino positivo, siendo su principal orgullo, sus hijos: Jorge (electricista automotriz), Claudio (estudió en la universidad Deporte y Recreación) y Paula (profesora de Educación Diferencial).  “Lo logré con mucho esfuerzo y trabajo, aprovechando la oportunidad que me dio Knop Laboratorios”, señaló esta trabajadora, con quien repasamos, en parte, ese largo camino.

De lo artesanal a lo tecnológico

Sonia Villalobos, actualmente, se desempeña en el Área Productiva, específicamente en envasado de sólidos en frascos, al mismo tiempo que repasa con nostalgia y cariño su caminar laboral en estas casi cinco décadas.

Trabajadora incansable, desde los 16 años se incorporó al mundo laboral. Comenzó en la panadería Quilpué y luego en la pastelería San Antonio. “Cuando estaba en la panadería tenía como cliente al hermano de don Reinaldo Knop, a don Pablo, pero no le pedí trabajo; sin embargo, después, mientras estaba en la pastelería, conocí al Señor Frank, un alemán que era jefe del Laboratorio en Quilpué. A él le pedí trabajo y accedió”, recuerda Sonia.

Cuando ingresó, ¿qué labor llegó a hacer?

Comencé lavando envases, que se compraban en Santiago. Luego, había que colocarlos en unas bandejas y secarlos al Sol. Algo muy artesanal, muy distinto a lo que se hace hoy. Luego de ese proceso, había que distribuirlos por áreas.
Después me pasaron a líquidos, lugar en el que había que llenar manualmente frasquitos, con jarros de medio litro. Luego, procedíamos a taparlos con corcho y lacre. Y las etiquetas se pegaban con engrudo!!!

Unos cuatro años después, me fui a preparar cremas, ungüentos y supositorios, entre otras cosas. Nos entregaban la materia prima y nosotros preparábamos el producto, para luego envasarlo en cajitas de aluminio.
Y así, pasé por hierbas y otras áreas, hasta que me nombraron jefa de sección.

¿Costó mucho serlo?

Sí, llegué a tener varias personas a cargo, siendo jefa en líquidos y tabletas por hartos años, pero lo dejé, ya que me complicaron algunas cosas. Yo soy muy trabajadora, le enseñé a mucha gente, pero a mí me gusta que lo hagan como yo… sin perder tiempo… limpiar, ordenar, hacer papeles, etc., con mucha exigencia y eso, a veces, molestaba. Así que renuncié a la jefatura y  seguí feliz trabajando tranquila. No es fácil ser jefe de sección, sin embargo, yo vi pasar muchas personas y buenos jefes, que recuerdo con cariño.

Así, todo tipo de experiencias configuran el paso de esta trabajadora por la empresa, destacando, entre otras, cuando junto a don Germán Knop asistieron a recibir el premio al “Desarrollo Industrial 2012”, que Asiva otorgó a Knop Laboratorios. Historias como ésta, las experimentó en diversas ubicaciones. Sonia vivía en Las Rozas, Quilpué, desde donde, por treinta años, se fue caminando al Laboratorio, cuando estaba en la calle Naranjal, Quilpué, en lo que era el fundo Esmeralda. La lluvia y el Sol la acompañaron por esos días, que rememora con nostalgia. “Eran días lindos, aunque también debimos afrontar problemas. Recuerdo que para el terremoto de 1971, la empresa quedó mal, todo estaba en el suelo, los frascos quebrados y, además, a cada rato temblaba.

No era fue fácil, quedamos paralizados, pero con trabajo y muchas ganas pronto comenzamos a funcionar nuevamente, hasta que en 1995 nos trasladamos a la nueva planta, ubicada en el Barrio Industrial, en Belloto norte”.

¿Y Sigue viendo a quienes trabajaba con Usted?

Sí, éramos unos treinta al comienzo, muy unidos, como una familia. Yo me sigo viendo con ellas, aunque algunas han fallecido, lamentablemente. Mi amiga Inés Reyes, que estuvo varias décadas en el Laboratorio, por ejemplo, se tuvo que retirar por problemas a la vista; también me junto con Fanny Miranda y así con varias otras.

¿Qué le parecen los cambios en estos 50 años?

Increíbles. Vi llegar las máquinas y la modernidad. Yo les converso a mis ex compañeras sobre la tecnología y lo hermoso que está ahora y se impresionan. Además, llegaron los cambios en la vestimenta. Antes trabajábamos con ropa de calle, pero ahora, todo es blanco, con zapatos, guantes,  mascarillas y trajes. Eso ha costado, como que complica, pero se entiende, ya que son exigencias que se deben cumplir.

Es bonito y siento orgullo de ser parte de esto. Yo digo que trabajo en esta empresa y todos la conocen, hablan bien de ella y conocen sus productos.

El retiro se acerca

¿Seguiría trabajando?

No he sentido el pasar del tiempo, yo seguiría por años, en especial, porque la salud me ha acompañado siempre. De hecho, en todo este período me habré tomado unas cinco licencias, nada más. Yo creo que es herencia de mis padres, ellos tenían buena salud, hay algo de genética en eso.
Además, yo no fumo, no tomo y no bailo, aunque me gusta bailar, jeje. Soy muy hogareña. Me gusta estar en mi casa.
Hoy, Sonia Villalobos mira con nostalgia y alegría el pasado, pero ya está decidida a dejar Knop Laboratorios el 2016, cuando cumpla 50 años de trabajo en la empresa. Quiere dedicarse a descansar, a disfrutar de la familia, sus amistades y su hogar. Siente que cumplió un exitoso ciclo y se siente orgullosa y agradecida.
“Agradezco a don Reinaldo Knop por haber creado este Laboratorio, y también a toda su familia, por darnos la oportunidad a tanta gente como yo. En especial, por tratarse de una empresa muy correcta y derecha”, señala, agregando que “son buenos jefes y eso se valora. Gracias a este trabajo tengo mi casa, un terreno, mis hijos han crecido y son profesionales, por lo cual, me siento muy realizada y contenta. Sé que voy a echar de menos luego de esta decisión, pero quiero también disfrutar la vida”.